LAS AUTOBIOGRAFÍAS

Por Abel Santiago

Hubo una época en que se creyó que las autobiografías estaban reservadas a los grandes triunfadores y a los grandes fracasados, porque recogían los sucesos importantes que conducían a uno y otro extremo, y que venían siendo como una lección de vida para aprovechar lo positivo y rechazar lo negativo. Así llegaron a escribirse muchas páginas que se fueron perdiendo con el paso de los años, porque no fueron más que pasajes comunes de trabajos ordinarios, en los que por diferentes factores se llegaba a la gloria o la derrota, sin más trascendencia que el ejemplo personal del personaje. La importancia que llegó a tener después fue porque logró considerarse como un género literario, en el que predominó la belleza, sin importar la historia del autobiografiado, o porque precisamente ésta estaba rodeada de sucesos históricos relacionados con la vida de un núcleo social, de un pueblo o de una nación, y también por el papel sobresaliente de los personajes que algo o mucho tuvieron que ver con la vida del biografiado, la influencia que en él ejercieron o los hechos que juntos llevaron a cabo y que fueron registrados como sucesos notables en las ciencias, el arte, la cultura y la historia en general.

Como género literario la autobiografía propiamente dicha se ha cultivado poco, pues los autores prefieren que sea el lector el que deduzca de sus textos las partes relativas a su biografía, pues bien es sabido que en la mayoría de sus obras hay pasajes en los que el autor está hablando de sí mismo y de su medio, de los lugares que frecuenta y de los personajes en los que se describe, aunque a veces deformado, pero cuyas principales características le son propias. Algunos escritores han optado por la autobiografía en forma de novela, que comprende toda una época, en la que a la importancia de la descripción se suma la belleza expresiva. Podrían considerarse dos géneros en uno, como en el caso de las principales novelas de José Vasconcelos. Pero la autobiografía en sí es escasa, aunque abundan las narradas a una segunda persona para que las escriba, como en el caso de los actores, artistas e intelectuales dedicados a otras disciplinas. Es autobiografía porque la narra el personaje, pero carece en la mayoría de los casos de la calidad literaria requerida, porque está dirigida a la descripción de una especialidad, aun cuando también la rodee un medio interesante para el lector, en el que no deja de describirse la época en la que se realiza la obra principal a la que se refiere el relato.

A esta segunda clasificación corresponden dos libros míos, porque me fueron narrados por sus autores para dar a conocer su vida y obra, ya conocida y reconocida con anterioridad, porque habían sido entrevistados en múltiples ocasiones, y sus exposiciones y murales fueron motivo de reportajes publicados en las secciones culturales de periódicos y revistas, consultados también para completar los interesantes relatos. El primero fue Rina Lazo, sabiduría de manos, conversaciones con Abel Santiago, que se publicó a finales del siglo pasado. La obra ya lleva dos ediciones en español y una en inglés, porque esta pintora guatemalteca, radicada en México desde los años 40, fue la principal y más aventajada alumna y ayudante de Diego Rivera, uno de los tres grandes de la pintura mexicana, y porque ella misma es autora de grandes obras pictóricas, murales y de caballete. Entre sus méritos figura el haber reproducido los frescos de Bonampak en el Museo de Antropología. El segundo es En tinta roja y en tinta negra, vida y obra de Arturo García Bustos, reconocido como uno de los Fridos, porque fue de los destacados alumnos y ayudantes de la maestra Frida Kahlo. Los otros fueron Arturo Estrada, Guillermo Monroy y Fanny Rabel. Entre sus murales figuran los que pintó  en el Palacio de Gobierno de Oaxaca, y entre sus grabados destaca el mundialmente famoso del Mercado de Pan en Tlacolula. Cito estas obras como ejemplo del segundo caso de las autobiografías, que aun cuando no llegaran a tener gran valor en el género literario, sí lo tienen en cuanto al valor personal de los autobiografiados.

Mi autobiografía, como género literario hay que repetirlo, la he intentado escribir en varias ocasiones, y sólo me he quedado en la publicación de algunos capítulos, en los que me he referido al proceso de elaboración de mis libros, su tema, causas que los motivaron y decisión de escribirlos, pero sobre todo al calvario del escritor no reconocido, que es la falta de editor y de medios de distribución. Los intervalos tan largos entre la edición de uno a otro se deben a esto, porque las ediciones las he tenido que cubrir con mis propios recursos, sin que logre la mínima recuperación, ya que las pocas ventas sólo se realizan durante las presentaciones. No obstante, insisto y mi próxima publicación será un libro de cuentos, quedando pendiente el autobiográfico, que realizaré sólo para cubrir la mayor parte de los géneros literarios, en los que lamento no haber podido llegar al teatro y la poesía, para los que se requiere una vocación especial, o como comúnmente se dice, el poeta nace, no se hace, aunque también requiere preparación especial, mucha dedicación y esfuerzos, para no quedarse en simple versificador. La autobiografía, entonces, no es un simple capricho ni menos el deseo de adquirir fama momentánea, sino un difícil género literario, que precisamente por serlo sigue siendo escaso en toda la producción literaria.

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