Los policías no deben cubrir su rostro porque su función es proteger a la ciudadanía con transparencia, legalidad y responsabilidad.
Aquí van las razones claras y contundentes:
Legitimidad y confianza pública → El rostro descubierto transmite que el policía no tiene nada que ocultar, lo que fortalece la confianza de la ciudadanía en la autoridad. Un policía enmascarado parece más un verdugo que un servidor público.
Identificación y rendición de cuentas → Los policías son servidores públicos y deben ser identificables para que sus actos puedan ser supervisados y, si es necesario, denunciados. Si ocultan su rostro, el mensaje que mandan es: “puedo hacer lo que quiera, nadie sabrá quién soy”.
Distinción de roles → Los delincuentes se tapan para evadir la ley. Los policías descubren el rostro para hacerla cumplir. Cuando ambos se cubren, el ciudadano ya no sabe quién es quién.
Legalidad → En la mayoría de los marcos legales, el uso de uniformes, placas y distintivos visibles es obligatorio. El rostro forma parte de esa identificación.
Efecto psicológico positivo → El ciudadano siente menos miedo al tratar con un policía visible y humano. Una cara tapada genera intimidación, miedo o incluso odio.
NOTA: hay excepciones tácticas (por ejemplo, grupos especiales en operativos contra el crimen organizado), pero son eso: excepciones, no la norma para el patrullero de calle ni para el policía de proximidad.